martes, 4 de mayo de 2010

Plazas

Algunas cambian, otras siguen iguales. Algunas perduran en el tiempo; otras, se reciclan. Son consideradas lugares donde uno puede pasar horas sentado contemplando lo magnífico que es el cielo. Despedidas. Cumpleaños. Días soleados. Días lluviosos. Si las plazas pudiesen hablar, contarían historias de hace mucho tiempo atrás. Hoy estaba sentado en una plaza, y veía como la gente disfrutaba de lo que sucedía a su alrededor; me encantó. Espero poder ser plaza algún día, o por lo menos ser la plaza de alguien para poder hacerla feliz también.
La plaza de día. La plaza de noche.
La plaza ajetreada. La plaza inmóvil.
Si uno se pone a pensar, la plaza es casi un organismo vivo. Nace cuando la inauguran, y vive por décadas, quizás un siglo o dos. Podemos ver en las plazas el correr del tiempo y las estaciones. Podemos estar tomando un helado en verano, o un café calentito en invierno. Pisar las hojas que caen de los árboles en otoño, o tomar sol en primavera (no es particularmente mi caso).
En fin, la plaza es un ente que compone nuestra sociedad y que nos acompaña desde que somos chiquitos y andamos en bicicletas alquiladas y jugamos al fútbol, pasando por nuestra juventud y adultez, compartiendo lindos momentos con una persona preciada, llegando a nuestra vejez sentaditos con bufanda y emponchados hasta las orejas solos o con alguien más viendo como se vuelve a repetir el ciclo con los niños que corren por ahí.
Disfrutemos más de las plazas, disfrutemos más de los espacios abiertos y verdes que nos demuestran que todavía hay cosas que sobreviven a nuestra destructiva manera de ser. Démosle el reconocimiento que se merecen. Aprovechemos. Vivamos.

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