Absorto en sus pensamientos, se encuentra recostado. Piensa, calcula, imagina. Simplemente hace lo que cualquier otra persona hace cuando está recostada (o eso es lo que el cree).
Nubes que pesan más que nuestras decisiones, ballenas más livianas que una sonrisa, un hilo más complejo que nuestras mentes, y la Máquina de Dios más simple que 2+2.
Está a salvo.
Mueve su brazo y logra encontrar la taza de café que tiene en su mesa de noche apoyada, toma un sorbo y la deja. Siente que sus ojos pesan, que sus manos se están volviendo lentas y que se mente se incapacita paulatinamente.
En el mismo instante en que cierra los ojos escucha golpes provenientes de la puerta de calle. Un golpe, dos golpes, tres golpes. La puerta cede.
Él sabe que vienen y no mueve un solo dedo. No es por el miedo, no es por la ansiedad; es por el cansancio. El cansancio de escapar, el cansancio de estar siempre despierto horas, tal vez días, por el sólo hecho de saber que mientras el dormía ellos lo buscaban.
Escucha ruidos en la cocina y luego en el living, pero no está preocupado, ya que Lidia está en casa de sus padres.
25 de marzo de 1977, 03:25 A.M.
Su pistola calibre 22. cargada y a su lado esperando a penetrar con balas de Verdad y Libertad a esos ruines bastardos.
Entra uno de ellos a la habitación y antes de que pudiese emitir sonido alguno, Rodolfo le dispara logrando abatir al intruso. Detrás de el caído, entran otros dos hombres iguales de armados e iguales de destinados a caer como su compañero.
La adrenalina fluye como veneno por su sangre. Siente Ira, Violencia, Indignación. Es en ese momento donde nota que tiene una herida de bala en el estómago.
Busca en las ropas de los difuntos y encuentra las llaves de un auto. Así, sale de su casa y enciende el Falcon verde que estaba estacionado de mano de enfrente. Conduce como un rayo y llega a la casa de los padres de Lidia, la toma entre sus brazos y la besa. Los dos se miran y saben lo que tienen que hacer.
25 de marzo de 1977, 08:30 A.M.
Ya vendada y desinfectada la herida de Rodolfo, los dos van de manera separada a un campo ubicado en las cercanías de la localidad de Dolores. Allí los esperan su amigo Alberto y su hija Vicki junto a un avión privado. Rodolfo abraza a su amigo y besa en la frente a su hija, y Lilia saluda a Urondo y abraza a Vicki.
25 de marzo de 1977, 11.00 A.M.
Los cuatro abordan el avión, y con una sonrisa, se hunde en su asiento conciliando el sueño luego de días.
Son libres.
Rodolfo Walsh (1927/1977)
Éste escrito es solo un humilde homenaje a un gran escritor, que no solo tuvo valentía al momento de escribir, sino también al de morir.
"Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir." (Alberto Molina)
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